El porcentaje de becas estatales concedidas es del 45%, y a pesar de que no haya bajado demasiado, la realidad es que el número de solicitantes ha crecido más de un 20%. Miles de jóvenes en España habrán de prorrogar sus estudios superiores por su incapacidad para pagar las cada vez más altas matrículas, que están pasando de ser una inyección económica para costear gastos concretos, para ser una barrera económica de aquellos que menos tienen.
Por otro lado, los que otrora se sacaban las castañas del fuego trabajando para pagarse los estudios, esos que ya se vieron con grandes dificultades para compatibilizar ambas actividades (una necesaria de la otra) tras la puesta en marcha del Plan Bolonia, verán una nueva traba en sus esfuerzos para labrarse un futuro, ya que muchas de las becas necesitarán del aprobado de todas las asignaturas.
Esta es una clara muestra de cómo en este sistema, el ejercicio de nuestros derechos constitucionales se ve inevitablemente atado a nuestro nivel económico, y de cómo el gobierno no tiene intención de arreglar estas injusticias mediante leyes compensatorias para los más desfavorecidos. Y a riesgo de ser llamado paranoico, de esto se deduce que tan sólo una "élite" económica terminará siendo capaz de estudiar sin problemas, y yo no creo en las casualidades.
Y este es el problema de los estudiantes, pero ¿qué pasa con los que ya han acabado sus estudios?
Se han pasado toda nuestra vida diciendo que somos la generación mejor preparada, pero en cambio, nos vemos obligados a salir del país para poder ganarnos la vida. Y no agusto con ello, el gobierno echa leña al fuego con declaraciones que trivializan un auténtico exilio económico, llamándolo "espíritu aventurero", cuando la auténtica aventura sería seguir esperando por un trabajo digno en España. Hoy, Fátima Báñez bautizaba a ese supuesto espíritu aventurero como "movilidad exterior". Nada menos que la ministra de empleo es la que no parece conocer (o reconocer) los frutos podridos que ha dado su reforma laboral, si es que realmente es suya.
Comparar el exilio con la aventura no me parece desafortunado, me parece un insulto, cuando, para más inri, el Partido Popular de Asturias usaba el exilio económico como argumento de ataque al Gobierno del Principado de Asturias.
Y si de comparaciones va la cosa, no está de más recordar a María Dolores de Cospedal llamando nazis a los que luchan contra desahucios y desahuciadores. Cospedal es otra de las que tiene de profesión soltar perlitas, porque según ella, descubríamos hoy que sus votantes dejan de comer antes de dejar de pagar la hipoteca. ¡Y se sentía orgullosa de ello! En cambio, yo me siento orgulloso de no ser uno de esos supuestos votantes del PP, porque si tengo que elegir, desde luego prefiero no morirme de hambre. Aunque el auténtico problema, y esto hace de la declaración una aberración, es que haya alguien que tenga que debatirse entre pagar su casa y alimentar a su familia.
Y repito, ¿dónde está la libertad de la que se habla? Si ellos son el amigo, me entran ganas de coger el teléfono, y como Gila, preguntar por el enemigo, pero para que venga a quedarse.
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