Hace tiempo que perdí la cuenta con el dinero defraudado de los EREs en Andalucía, y he llegado a un punto en el que lo que más me importa es que se haya defraudado y no precisamente la cuantía de dinero. Por eso mismo de la parte que ayer en el nuevo programa de Ana Pastor, El Objetivo, dedicaron a hablar de los EREs no he sacado las mismas conclusiones que la compañera Martu Garrote (@martuniki). Pero mentiría si dijera que todos los contenidos del programa me parecieron buenos, o incluso de importancia. En mi caso, ya que vi el programa hasta el final, me decepcionó profundamente (no de Ana Pastor, sino del equipo en sí) sacar unas declaraciones de Elena Valenciano en las que decía que con la nueva regulación del aborto (Ley IVE) de Gallardón nos equiparábamos con Malta. Malta recoge el aborto en el Código Penal. Y en una situación en la que tenemos un Gobierno que tiene la ideología conservadora tras todas, o la mayor parte de sus leyes, y en la que más que nunca hacen falta personas como Causapié o Valenciano, personas que no tienen ningún miedo en defender los valores del feminismo —la igualdad—, y los derechos propios de la mujer como individuo, me pareció fatal el gesto de La Sexta de criticar precisamente las declaraciones de Valenciano por una comparación como esa. Y me manifiesto en contra de todos y todas las que con la palabras "democracia", "libertad" o incluso "progresismo" se dedican a intentar acallar cualquier crítica que vaya hacia esos "nuevos ídolos", como Martu Garrote ha bautizado.
Desde luego creo que es necesario que los periodistas sirvan para lo que sirven, para informar propiamente a la sociedad de los asuntos de importancia, caiga quien caiga y se alce quien se alce. Pero desde luego, creo que en La Sexta ha habido un cambio significativo, y tras su fusión con el grupo Antena 3, ha empezado a ser lo que la gente quería que fuera, pero no por opción propia, sino por pura presión. Y me sorprendía, por ejemplo, hace unos meses, que viendo La Sexta Deportes, estuvieran haciendo símiles entre fútbol y política, y hablaban de "hacer un Rubalcaba", lo definían así como alargar demasiado una carrera hasta perder el sentido de la estrategia y terminar perdiendo el balón. Lo que de jóvenes llamábamos ser un "chupón". No quiero criticar ni mostrarme favorable al llamado "Rubalcabismo" (bastante tóxico, como cualquier personalismo en política), pero he de reconocer que soy muy oficialista, es decir, sea cual sea mi posicionamiento, respeto total a una decisión legítima de un órgano de decisión como es el Congreso y el Comité federal del PSOE. Lo que quiero remarcar con esto, es que no creo que el comentario fuera un simple chascarrillo, sino que encierra una disidencia interna del PSOE que alguien, por intereses propios, quiere hacer pública. No tengo problema en que se sepa que dentro de cualquier partido u organización haya disidencia, me parece incluso sano, pero ya no estoy tan de acuerdo cuando la máxima intención es que sea el sensacionalismo lo que catalice su presencia entre la sociedad, para magnificar una virtud y convertirla en un problema. Me explico: estoy totalmente a favor del debate interno, y de que se conozca, pero siempre y cuando esa lucha entre tesis y antítesis dé lugar a una síntesis. Lo que es el principio básico de eficiencia en la democracia. Porque de no respetar ese principio, llegamos a la conclusión de que estamos encerrados en un diálogo de sordos y nos estancaríamos. Por eso, información sí, pero con sentido y contextualizada. Y para esto es necesario que nos alejemos cuanto más mejor del sensacionalismo político, tanto por parte de los medios de comunicación, como cuando salen de la propia militancia. No nos rijamos por la norma de "Un militante, un titular", y caminemos hacia "un militante, una idea". Mostremos el debate, no tengamos miedo de que se nos vea discutir, no promovamos el hermetismo, salgamos más a debatir con otras organizaciones, partidos, asociaciones de vecinos... Sin miedo, porque es el debate (y repito, con necesidad de síntesis), lo que nos permite canalizar las necesidades de los colectivos para elaborar propuestas fuertes de partido que terminen por convertirse en leyes socialistas y pactos sociales y de estado, cumpliendo con una parte básica de esa "eficiencia democrática" que es la sostenibilidad en el tiempo que otorga el consenso.
Que digan lo que quieran desde cualquier medio de comunicación, demostremos que no nos importa, y que seguimos trabajando con mucho debate, porque esa es la única manera de crecer.
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