miércoles, 7 de agosto de 2013

Indulto, de entrada, no

Hablaba el otro día del Estado de Derecho, y de la necesidad de reforzar su calidad de asunto de Estado, es decir, más o menos impermeable a los cambios políticos. Estos días se manifiesta uno de esos problemas que encuentra el derecho de nuestro país: el indulto.

Las competencias ya están en sí difusas en la actualidad, sabemos que el gobierno debería ejercer el poder ejecutivo, las Cortes el legislativo, y los tribunales el judicial. Vemos día a día, como a golpe de Decreto Ley, el gobierno adquiere cierto matiz legislativo que no le corresponde. Pues bien, el indulto, recogido en nuestra constitución como elemento que anula la pena de alguien condenado en un tribunal, parece que más que un salvaconducto para un pobre ex-camello injustamente condenado, es una especie de instrumento del gobierno para desautorizar el poder judicial.

"Tú, profesional del derecho, ¿qué vas a saber? Déjame a mí, político de intereses más o menos dudosos, que decida quien merece y quien no merece cumplir una pena."

Hay muchas cosas que tenemos que repensarnos, y puede que una de ellas sea el indulto, al menos tal y como está planteado, porque yo no quiero que el gobierno tenga esa autoridad sin ningún tipo de control. Mi opinión: la justicia se reparte en los tribunales, y si hay que replantear una sentencia, que se haga por personas cualificadas, con plantemientos desde el punto de vista jurídico.

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