Hoy me es un día extraño. Lo cierto es que cada día se torna cada vez más raro. Se acumula la falta de normalidad.
Ayer, entre pitos y flautas, sonaban trombones. Un hombre, como cualquiera de nosotros, que ocupa una alcaldía en un pueblo, como cualquiera de nosotros podría, en pleno debate va y suelta nada más y nada menos que los asesinados por el franquismo se lo merecían.
¡PUM! ¡ZAS! ¡CATABUM!
Por supuesto, se le pidieron explicaciones, a lo que contestó que claro, en el furor del debate... que nosotros, malos espectadores del juego -quién nos mandará tener sensibilidad-, lo habíamos descontextualizado. Vamos a ver, ¿en qué contexto se te puede escapar semejante barbaridad? Uno, en el fragor de una discusión suelta algún cagamento, insulta al particular contrincante, se equivoca más o menos en las formas, no justifica los asesinatos de un régimen fascista que duró hasta hace 40 años (quieras que no, está presente).
En fin, hablaba con un compañero que está en Berlín y me dijo "¡y habrá dimitido!" y no. Claro, pobre, mal acostumbrado a vivir por las tierras germanas donde los errores políticos se depuran con responsabilidades. Pero añadía el compañero que allí, lo que ese señor había dicho, no sólo era de mal gusto, sino que era un delito.
Es lo lógico. Pero aquí, en España, se utiliza la misma palabra (tolerancia) tanto para el fascismo como para la homosexualidad. Dicen algunas lenguas amigas de esa zona gris que se situa en un ficticio punto intermedio entre posicionamientos, que hay que tolerar las discrepancias ideológicas. Vale, partiendo siempre de que dichas ideologías no se basen en el odio y la represión indiscriminada; porque entonces no vale.
Cierto, que el PSOE hizo la única ley de memoria histórica. Una ley valiente (manda narices, que luchar contra el fascismo en democracia sea valiente), pero moderada. Cierto, que escudos con aguiluchos sombríos y estatuas de héroes de la masacre molestan sensibilidades (la mía, mismamente), y que hay que sacarlas de la vía pública, pero se necesita más. Para que no se olvide jamás que el infierno estuvo instaurado en forma de sistema político durante casi medio siglo, es una pena, pero hay que recordarlo con la ley. Para que cualquier cargo público se lo piense dos veces antes de menospreciar a muertos -muchos, olvidados, desaparecidos-, y a la democracia en última instancia.
Si tú, fascista, no te arrepientes de lo que dices, no dimitirás. Que el propio sistema democrático tenga fórmulas para cesarte si no eres demócrata.
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