lunes, 23 de diciembre de 2013

¿Y si no es todo su culpa? Las dificultades de la socialdemocracia francesa en pleno desierto neoliberal

Por primera vez traduzco un artículo en francés. Una traducción un poco "guerrillera", de andar por casa, pero que espero entendáis. El artículo lo descubrí por un titular con el que me crucé por París hará unas semanas. En la portada de la revista "Alternatives Economiques" aparecía un Hollande sobre un fondo negro, apesadumbrado, con un titular que rezaba "et si tout n'était pas de sa faute?", es decir: ¿Y si no es todo culpa suya? Llevaba semanas rondándome la cabeza la fracesilla, así que hoy busqué el artículo y lo leí, y me pareció de agrado compartirlo con vosotr@s.

Resumido: trata de decirnos que la "mala fama" que rodea al presidente de la República francesa, teniendo en cuenta su parte de culpa, es también debida al contexto de políticas sociales y económicas del entorno europeo, con la más que conocida fuerza de la Alemania de Merkel y el seguidismo y rendición de los gobiernos estatales del Sur de Europa, entre los que, por desgracia, nos encontramos España.

Creo que, además, pone un poco en relieve lo importante que será una mayoría de socialdemócratas en el Parlamento Europeo, así como la presidencia de la Comisión por Martin Schulz. 

«Desempleo, impuestos, crecimiento cero: ¿y si no es todo su culpa?

El Ejecutivo francés es responsable del desastre económico, pero realmente el contexto europeo no es de ayuda. Para restablecer el equilibrio en Francia, François Hollande tiene que cambiar significativamente la situación en Europa.

Poco más de un año después de ser elegido, François Hollande se ha convertido en el jefe de Estado más impopular de la Quinta República. En su defensa, hay que reconocer que siempre es difícil ser popular cuando se administra como una prioridad el restablecimiento del equilibrio de las cuentas públicas, ya que esto implica aumentar los impuestos al mismo tiempo que se reducen gastos.

Todo aquello que defendía teóricamente como una prioridad antes de las elecciones y que incluso vimos como una garantía de seriedad y credibilidad de repente se descubre a sí mismo, o a estructuras a las que pertenecen, y dejará algunas plumas. Ya sea como contribuyentes, empleados o beneficiarios de una prestación social, o de subvenciones. Del entusiasmo se pasó rápidamente al escepticismo, cuando no a la hostilidad. Sobre todo porque, casi siempre, cuando se dan estos casos -y puede estar justificado-, se ve como una injusticia que uno u otro sector de la sociedad tenga menos impuestos que otros. Especialmente cuando, con la falta de una armonización fiscal en Europa, sigue siendo complicado establecer unos impuestos verdaderamente progresivos y obligar a las multinacionales a pagarlos, y que contribuyan con su parte al esfuerzo común. 

¿Vale la pena?

Pero si la implementación de esta estrategia encuentra tantas críticas hoy, es porque podemos dudar legítimamente de que el juego valga realmente la pena. Nadie, de hecho, ha logrado salir de la deuda en un momento de tan débil crecimiento y cuasi-deflación organizada por las reglas que rigen el Espacio Económico Europeo. Es también dudoso que, en última estancia, estas políticas puedan conducir a otra cosa que no sea el empobrecimiento general del país y un cuestionamiento de los sistemas de solidaridad progresivamente desarrollados tanto en Francia como en otros países del entorno, para intentar domar a un capitalismo que, desregulado, aplasta a sociedades y a los individuos que las componen.

¿Cómo no ver los enormes daños sociales y económicos producidos por las políticas llevadas a cabo durante los últimos 3 años por los países de la crisis de la Eurozona, que no son capaces de ver la luz al final del túnel en lo que se refiere al endeudamiento público? ¿Y cómo entusiasmarse por el éxito de un modelo alemán obtenido a base de un crecimiento dramático de la pobreza y las desigualdades, y de un gran desequilibrio social por la falta de gasto social suficiente? Uno puede preguntarse si ésto no es comprometer a toda Francia en una carrera por bajar la calidad y oferta de los servicios sociales que comenzó hace tres años en los países del Sur. 

En resumen, el ejecutivo francés tiene responsabilidades en la crisis actual, pero el contexto europeo realmente no ayuda. Y es dudoso que François Hollande llegue a restablecer el equilibrio en Francia si no puede cambiar significativamente la situación de la Europa de los 28.»

Fuente: Revista francesa "Alternatives Economiques"

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